miércoles, 18 de mayo de 2011

El Vuelo del Gato. Abel Prieto




Lo leí. Lo leí entre sala de espera, transporte público y la panadería Le Folie de Santa Paula. Lo compré en la pasada Feria del Libro, un domingo de mucha lluvia, un día taciturno.
Busqué, busqué, y encontré este maravilloso libro de portada azul, azul mar, azul cielo, azul La Habana. Pagué, pagué 12 Bolívares fuertes por el y disfruté de mi compra Azul nostalgia, páginas amarillas de edición barata y me sentí la más Estoica de todas las Estoicas caraqueñas en estos tiempos de revuelta, de revolución y reaccionarios, de lluvia e inundaciones y de tormentas cotidianas.
Al principio quería descubrir si este admirador de Lezama Lima podía recordarme la narrativa de Bolaño, en un principio identifiqué. Identifiqué a dos personajes centrales de la historia que recorren unas tres décadas de relación amistosa en la Cuba de finales del siglo XX.
Me gustó. Me gustó, hablé muchísimo con Abel, en la panadería Le Folie me introduje en un arrabal de sensaciones y evoque recuerdos, estuve mimetizada en las paredes de una casa vieja, en aquella Isla vieja, me adherí a las calles que ellos transitan, a la guajira cubana, a la pobreza de algunos personajes, a las desgracias físicas y desgracias existenciales tan parecidas, tan iguales. Me gustó. Encontré tres momentos, el momento de “la Risa Cubana” el momento de “la Culpa” y el momento de “La Cosa”. Metamorfosis, sincretismo, ir hacia el adelanto, huir del atraso, personajes reales, personajes de mentira, gente con historias truculentas, personas sensibles.
Lo terminé. Lo terminé y disfruté el Vuelo del Gato, disfruté el Estoicismo de Marco Aurelio y las aventuras del círculo Kardecista de Pogolotti, las reseñas musicales y a todos estos los cubanitos piñeros del Pre de Marianao. El Vuelo del Gato, que es negro, sobre el azul salvaje y melancólico de aquella Isla vieja. Criogenizada Isla azul.

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