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http://www.fondosdepantalla.biz/wallpaper/Atardecer/
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Un cuento sobre Valores y Derechos Humanos.
Por: Andrea Freites Hernández
Nov. 2011
Nos levantamos temprano para ir a playa Quetepe, la mami preparó un
rico desayuno y nos fuimos en dirección este a disfrutar de un día en familia, sol,
arena y playa. Mi prima y madrina de bautismo Elizabeth, estaba de vacaciones
en Cumaná, recuerdo que mis hermanitas y yo estábamos muy contentas de tenerla
entre nosotros. Elizabeth estaba estudiando un postgrado en Boston, recuerdo
que aparentaba por lo menos diez años menos de los que en realidad tenía, un
aire relajado, un estilo peculiar, nos encantaba como la prima hablaba,
queríamos lucir como ella, nos gustó mucho su visita.
Los papis siempre han sido aventureros, con ellos es como ir de
Safari, es como subirse a un submarino ruso y recorrer aguas continentales. Papá
conducía un Nova del 74 anaranjado, originalmente marrón, le llamábamos el Bembón. Si, era grandísimo, tanto que
cabíamos comodísimamente cada vez que nos íbamos de guerreros a explorar nuevos
lugares.
La mami nos enseñaba canciones que cantábamos una y otra vez, Adiós
Chico de Mi Barrio era la más
popular, Las Dunas Vienen Bajando nos
aguaba los ojos, pero igual nos encantaba, recitábamos una y otra vez Margarita de Rubén Darío, papá tocaba el
claxon con una mano y con el dedo índice de la otra presionaba el techo haciéndonos
creer que tenía superpoderes y cada vez que el levantaba el dedo sonaba la
corneta.
Las montañas más bellas, abismos increíbles, peces de distintos
y brillantes colores, playas hermosas, atardeceres inigualables, perros, gatos,
frutas silvestres, pescadores artesanales, atardeceres, pueblos encantados,
noches estrelladas, olor a salitre, fantasías inagotables, estar en familia,
amor y paz.
Por fin llegamos a nuestro destino, playa Quetepe estaba linda y
nos recibía con una sonrisa encantadora, la prima Elizabeth nos alentó en una
encomiable labor:
-Niñas, creo que antes de empezar a disfrutar de nuestro día en
la playa, deberíamos limpiar la orilla de todos los desperdicios que vayamos
encontrando y, de esta manera, le hacemos un cariñito al lugar que hoy nos
llenará de alegría.
Mis hermanitas y yo encantadas respondimos afirmativamente y,
con mucha energía, nos dispusimos a limpiar la playa.
Estábamos impresionadas, cuanta basura había en aquella playa,
que de más está decir no es muy larga, pañales sucios, botellas y latas de
cervezas, refrescos y agua mineral, chapitas de botellas, bolsas plásticas y
cuanto desperdicios puedan imaginar, personas lanzando sus desperdicios en la
arena, mientras limpiábamos reflexionábamos. Los papis y la prima Elizabeth nos
explicaban que no debíamos hacerle daño al ambiente, porque con éste tipo de
comportamientos violentábamos no solo al entorno, también al resto de las
personas que quisieran pasar un rato agradable en la playa. Nosotras estábamos
muy contentas porque sentíamos que contribuíamos a reducir la violencia
ambiental de la cual estábamos siendo testigos.
Teníamos una hora aproximadamente cuando la gente empezó a
llegar, familias como la nuestra venían desde lejos a disfrutar de un sábado
diferente, cuando llevábamos media playa recorrida nos encontramos con un
compañero del colegio, el cual nos vio de reojos y con cierto disgusto apartó
la mirada y empezó a lanzar basura a nuestros pies.
Ese día, luego de realizar nuestra labor nos dedicamos a disfrutar del
sol, no parábamos de nadar, comíamos frutas que la mami nos preparó,
escuchábamos las historias de papá, regresábamos a la playa, en fin, pasamos un
día inolvidable.
La semana siguiente, como de costumbre, fuimos a nuestro
colegio, era una escuela primaria maravillosa, grandes espacios, grandes
salones y grandes pasillos. El problema se presentó a medio día, cuando la mami
nos fue a buscar en el Bembón,
encontramos basura que alguien recolectó y había esparcido sobre el capó de
nuestro carro, además, por la ventana del copiloto que tenía el mecanismo a medio
andar y el vidrio no quedaba hermético, arrojaron igualmente montones de basura
hacia el interior del carro y en un trozo de papel, se leían las cifras de SABENPE escrito a mano con lápiz de grafito.
Cuando entramos a nuestro salón de sexto grado, nuestros
pupitres también tenían desperdicios y encontramos notas con los mismos
mensajes. Al momento, mis hermanitas y yo no entendíamos por qué estábamos
experimentando tan desagradable experiencia. Todo cobró sentido a la mañana
siguiente, cuando la mami nos acompañó hasta el salón de clase y le explicó a
la maestra Rosa el incidente, desde la recolección de basura en la playa hasta
lo que había sucedido el lunes a medio día.
La maestra Rosa no regaño a nadie por el incidente del carro y,
al contrario les contó a la clase lo que mis hermanitas y yo habíamos hecho en
playa Quetepe, lo puso como el ejemplo de la semana y promovió la preservación
del ambiente a través del respeto que los espacios públicos y naturales
merecen.
Desde ese día, la maestra organizó la clase en distintas
comisiones, había una que se encargaba de los eventos culturales de la clase,
otra se encargaba de promover la paz para evitar cualquier tipo de violencia
tanto dentro como fuera del colegio, y también, estaba la comisión de
preservación del ambiente que periódicamente, se encargaba de recorrer la
escuela y sus inmediaciones haciendo campañas para la recolección de los
desperdicios y promover el uso de las papeleras entre los transeúntes.
Fue entonces cuando la mami nos explicó que muchas veces las
personas entienden que recolectar basura es solo un deber de los encargados de
hacer este trabajo y piensan que si recoges basura eres una persona poco
importante, sin embargo, la mami nos enseñó que recoger los desperdicios y
llevarlos a la basura es un deber que todos los ciudadanos debemos cumplir,
porque botar un papel por la ventana del carro es violentar el derecho de
nuestros conciudadanos a transitar por calles limpias y libres de desperdicios.
Mis hermanitas y yo estábamos contentas, porque enseñamos a
nuestro compañero de clase que, a pesar de la violencia que nos proyectó, con
amor podemos ayudar a otros a disfrutar de espacios limpios, nosotras nunca le
reclamamos habernos echado basura en el carro y al contrario, le ensañamos que
las personas que trabajan recolectando la basura en la ciudad merecen
igualmente ser respetados porque con el cuidado de ellos todos podemos ser
felices en ambientes sanos y libres de violencia.
1 comentario:
poetisa, hermoso intento.
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