lunes, 9 de abril de 2012

QUERIENDO NUESTRO AMBIENTE


Imagen tomada de:
http://www.fondosdepantalla.biz/wallpaper/Atardecer/
 
Un cuento sobre Valores y Derechos Humanos.
Por: Andrea Freites Hernández
Nov. 2011
 
 Nos levantamos temprano para ir a playa Quetepe, la mami preparó un rico desayuno y nos fuimos en dirección este a disfrutar de un día en familia, sol, arena y playa. Mi prima y madrina de bautismo Elizabeth, estaba de vacaciones en Cumaná, recuerdo que mis hermanitas y yo estábamos muy contentas de tenerla entre nosotros. Elizabeth estaba estudiando un postgrado en Boston, recuerdo que aparentaba por lo menos diez años menos de los que en realidad tenía, un aire relajado, un estilo peculiar, nos encantaba como la prima hablaba, queríamos lucir como ella, nos gustó mucho su visita.

Los papis siempre han sido aventureros, con ellos es como ir de Safari, es como subirse a un submarino ruso y recorrer aguas continentales. Papá conducía un Nova del 74 anaranjado, originalmente marrón, le llamábamos el Bembón. Si, era grandísimo, tanto que cabíamos comodísimamente cada vez que nos íbamos de guerreros a explorar nuevos lugares. 

La mami nos enseñaba canciones que cantábamos una y otra vez, Adiós Chico de Mi Barrio era la más popular, Las Dunas Vienen Bajando nos aguaba los ojos, pero igual nos encantaba, recitábamos una y otra vez Margarita de Rubén Darío, papá tocaba el claxon con una mano y con el dedo índice de la otra presionaba el techo haciéndonos creer que tenía superpoderes y cada vez que el levantaba el dedo sonaba la corneta.
Las montañas más bellas, abismos increíbles, peces de distintos y brillantes colores, playas hermosas, atardeceres inigualables, perros, gatos, frutas silvestres, pescadores artesanales, atardeceres, pueblos encantados, noches estrelladas, olor a salitre, fantasías inagotables, estar en familia, amor y paz.


Por fin llegamos a nuestro destino, playa Quetepe estaba linda y nos recibía con una sonrisa encantadora, la prima Elizabeth nos alentó en una encomiable labor:
-Niñas, creo que antes de empezar a disfrutar de nuestro día en la playa, deberíamos limpiar la orilla de todos los desperdicios que vayamos encontrando y, de esta manera, le hacemos un cariñito al lugar que hoy nos llenará de alegría.
Mis hermanitas y yo encantadas respondimos afirmativamente y, con mucha energía, nos dispusimos a limpiar la playa.

Estábamos impresionadas, cuanta basura había en aquella playa, que de más está decir no es muy larga, pañales sucios, botellas y latas de cervezas, refrescos y agua mineral, chapitas de botellas, bolsas plásticas y cuanto desperdicios puedan imaginar, personas lanzando sus desperdicios en la arena, mientras limpiábamos reflexionábamos. Los papis y la prima Elizabeth nos explicaban que no debíamos hacerle daño al ambiente, porque con éste tipo de comportamientos violentábamos no solo al entorno, también al resto de las personas que quisieran pasar un rato agradable en la playa. Nosotras estábamos muy contentas porque sentíamos que contribuíamos a reducir la violencia ambiental de la cual estábamos siendo testigos. 

Teníamos una hora aproximadamente cuando la gente empezó a llegar, familias como la nuestra venían desde lejos a disfrutar de un sábado diferente, cuando llevábamos media playa recorrida nos encontramos con un compañero del colegio, el cual nos vio de reojos y con cierto disgusto apartó la mirada y empezó a lanzar basura a nuestros pies.

Ese día, luego de realizar nuestra labor nos dedicamos a disfrutar del sol, no parábamos de nadar, comíamos frutas que la mami nos preparó, escuchábamos las historias de papá, regresábamos a la playa, en fin, pasamos un día inolvidable.

La semana siguiente, como de costumbre, fuimos a nuestro colegio, era una escuela primaria maravillosa, grandes espacios, grandes salones y grandes pasillos. El problema se presentó a medio día, cuando la mami nos fue a buscar en el Bembón, encontramos basura que alguien recolectó y había esparcido sobre el capó de nuestro carro, además, por la ventana del copiloto que tenía el mecanismo a medio andar y el vidrio no quedaba hermético, arrojaron igualmente montones de basura hacia el interior del carro y en un trozo de papel, se leían las cifras de SABENPE escrito a mano con lápiz de grafito.

Cuando entramos a nuestro salón de sexto grado, nuestros pupitres también tenían desperdicios y encontramos notas con los mismos mensajes. Al momento, mis hermanitas y yo no entendíamos por qué estábamos experimentando tan desagradable experiencia. Todo cobró sentido a la mañana siguiente, cuando la mami nos acompañó hasta el salón de clase y le explicó a la maestra Rosa el incidente, desde la recolección de basura en la playa hasta lo que había sucedido el lunes a medio día.

La maestra Rosa no regaño a nadie por el incidente del carro y, al contrario les contó a la clase lo que mis hermanitas y yo habíamos hecho en playa Quetepe, lo puso como el ejemplo de la semana y promovió la preservación del ambiente a través del respeto que los espacios públicos y naturales merecen.

Desde ese día, la maestra organizó la clase en distintas comisiones, había una que se encargaba de los eventos culturales de la clase, otra se encargaba de promover la paz para evitar cualquier tipo de violencia tanto dentro como fuera del colegio, y también, estaba la comisión de preservación del ambiente que periódicamente, se encargaba de recorrer la escuela y sus inmediaciones haciendo campañas para la recolección de los desperdicios y promover el uso de las papeleras entre los transeúntes.

Fue entonces cuando la mami nos explicó que muchas veces las personas entienden que recolectar basura es solo un deber de los encargados de hacer este trabajo y piensan que si recoges basura eres una persona poco importante, sin embargo, la mami nos enseñó que recoger los desperdicios y llevarlos a la basura es un deber que todos los ciudadanos debemos cumplir, porque botar un papel por la ventana del carro es violentar el derecho de nuestros conciudadanos a transitar por calles limpias y libres de desperdicios. 

Mis hermanitas y yo estábamos contentas, porque enseñamos a nuestro compañero de clase que, a pesar de la violencia que nos proyectó, con amor podemos ayudar a otros a disfrutar de espacios limpios, nosotras nunca le reclamamos habernos echado basura en el carro y al contrario, le ensañamos que las personas que trabajan recolectando la basura en la ciudad merecen igualmente ser respetados porque con el cuidado de ellos todos podemos ser felices en ambientes sanos y libres de violencia.

1 comentario:

Miguel Angel dijo...

poetisa, hermoso intento.